En el circo y políticos de cartón

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En el circo y políticos de cartón

El Jicote. Por: Edmundo González Llaca

Lunes 26 de febrero

Al escuchar los gritos de la gente reunida en el Zócalo: “Fuera López”; “Narco Presidente”, recordé una experiencia de mi infancia. Se las platico. Después de una espera, en la que contaba los días, llegó por fin a Querétaro el Circo, “el más grande del mundo”. Todavía no habían terminado de poner la carpa, cuando yo estaba en la taquilla, tomado de la mano de mi mamá.

Después de la función y cuando todavía no había esa severa crítica a la morbosidad de ver los supuestos monstruos, entré a una pequeña carpa que estaba al lado, donde conocí al hombre más alto del mundo. Se cerró la cortina y al abrirla apareció un hombre chaparro, con traje de baño atigrado al estilo tarzán, con bolas de músculos, como garapiñañdo, en todo su cuerpo.

Obviamente el más fuerte del mundo. En el estrado había varias barras con pesas con cifras de cientos, que suponíamos eran de kilos.

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El forzudo tomó una de las barras con pesas, nos recorrió a los asistentes con la mirada, con una expresión enérgica, levantó la primera barra con las pesas. Desapareció un momento y regreso al escenario todo mojado, aparentemente sudor. Tomó la otra barra con un mayor número de pesas. Nos volvió a recorrer con la mirada, apretaba y volvía apretar la barra, después de un gran esfuerzo levantó la pesa y en cuclillas se la puso en las rodillas, respiró varias veces en forma agitada, las venas de la frente saltadas y con los ojos enrojecidos.

Hizo una pierna para atrás, en un último envión levantó la pesa y se paró con ella hasta arriba. Caminó errático por el escenario  y con increíble esfuerzo sostenía tembloroso la pesa; después que explotamos en aplauso, con cuidado, colocó la pesa en el suelo. Para que terminara de comer mis pepitas, mi mamá y yo nos quedamos sentados, hasta que retiraron casi todas las sillas, ya sin gente y en camino a la salida de la carpa, volteé al escenario.

Ante mi total asombro y con el corazón que me brincaba en el pecho, pude ver cuando un empleado del  circo salía de la parte de atrás de las cortinas, levantaba con cada mano cada una de las pesas, obviamente de cartón y con dificultad, porque se le atoraban las pesas entre las cortinas, se volvía a perder atrás estrado. Esa noche, antes de dormir, derramé una lágrima panzona. De seguro, esa sí, la más grande del mundo. Prometí nunca más regresar al circo.

Imaginé que  los asistentes a las manifestaciones en las diversas plazas de la República, habían sentido esa profunda desilusión de mi viñeta infantil. Los compromisos de López Obrador fueron de cartón, no solamente no los cumplió sino que hizo hasta lo contrario. La verdadera fuerza, no la de pacotilla. la de las encuestas y bots pagados, la demostró la sociedad civil, que sin acarreos, ni tortas ni tutsi pop, venciendo el cierre de las vías de comunicación, llegaron a demandar al Presidente que no intervenga en las elecciones  y que se pueda votar libremente.

López Obrador repitió sus injurias totalmente desgastadas sobre los que marcharon, inauguró un nuevo nombre: “Alcahuetes”. Ante la acusación de “narcopresidente”, implementó una estrategia que se inscribe en su promesa: “Hacer historia”. La reconocemos y será una página estelar de esa “Historia”. Sin duda  desbordará nuestras fronteras y será mundial. Nuestra única duda es, si inscribir esta maniobra presidencial en la historia del humorismo involuntario o en el competido surrealismo mexicano.

 La Fiscalía General solicitó al líder de los “Ardillos”, que presente pruebas que confirmen que López Obrador recibió dos millones de dólares para su campaña; sólo les faltó exigir que no olvidara adjuntar su credencial del INE. Imagino el esfuerzo de los funcionarios denunciantes de aguantarse la risa para poder escribir su demanda. Eso es tanto como pedirle a los fantasmas de las casas abandonadas que, por favor, se exhiban en horas de oficina y, además, dejen la sábana con la que aparecen.

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Lady Anticarisma, para garantizar que, efectivamente, es auténtica, la acusación de que es una mala imitadora del Presidente, acusó a los manifestantes de hipócritas. Como sus luces discursivas apenas si parpadean, copia frases sin pensar, después de insultarlos, convocó a los ciudadanos a participar en la formación de la democracia. Después de la dentellada la invitación.

Dos personajes de cartón, pero ya superé mi trauma infantil, ahora, además de desilusión, me provocan una carcajada.

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Edmundo-Álvarez-Llaca

 

El Jicote, por Edmundo González Llaca.

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