Rey del cash y rey de las tinieblas, El Jicote, por Edmundo González Llaca.
En su última campaña electoral para la presidencia, en su cierre de campaña en Plaza de Armas, el entonces candidato López Obrador, en su intervención pública, expresó varios elogios por mi condición de maestro, pues en la UNAM cursó una materia que impartía; acto seguido, agregó que mi libro sobre el tema de corrupción, era su libro de cabecera y que lo tomaría en cuenta cuando llegara a la Presidencia de la República. Añadió que estaba de acuerdo con lo que allí decía, sin embargo, respetuosamente, así dijo, no coincidía con una de mis hipótesis. Su desacuerdo era un despropósito del tamaño de la Piedra de Bernal, muy parecido a los que ahora casi cotidianamente nos asesta en las “Mañaneras”.
Algunos compañeros periodistas me preguntaron mi opinión sobre esa mención. Yo agradecí los buenos comentarios de López Obrador y dije que también apreciaba que me subiera al ring del debate, pues él era una figura nacional, y yo, que como dicen en la Sierra queretana, “Soy un humilde venadito que habita en la Serranía”.
Los comunicadores colegas me preguntaron mi opinión sobre el motivo de su divergencia, en ese momento agregué una ironía de esas que a veces, más bien en forma frecuente, se me escapan. Que por la causa que señalaba de sus divergencias, me daba la impresión que realmente no había leído el libro. Aunque, ingenuo yo, consideré que el Presidente era incapaz de mentir, pero que no dudaba que mi libro sobre la corrupción, efectivamente, lo tuviera de cabecera, como él decía, pero que lo más probable es que lo tenía calzando su buró o para matar moscos. Rey del, Rey del, Rey del, Rey del, Rey del, Rey del, rey del
La comparación me valió, en esos días, que sus entonces simpatizantes, me llamaran “envidioso”, “acomplejado y sangrón”, Que mi rencor era porque un alumno me había superado con creces. No me defendí de ninguno de los adjetivos -que chance pudieran ser ciertos-, me limité a escribir uno o varios Jicotes precisando la postura que sostenía en el libro y rebatiendo la ocurrencia de López Obrador; Jicotes que se pueden consultar, si mal no recuerdo, en el periódico “Noticias”.
Todo viene a colación porque el Presidente publicó un nuevo decreto presidencial, para que no se informe sobre grandes proyectos, entre otros, el Tren Maya. Asegura –vaya descaro- que lo hace para protegerlo contra los corruptos. Si hay algo que sostengo en el libro es que la corrupción es una planta de sombra, para crecer frondosa, como lo ha hecho en México y en su administración, es por falta de información y transparencia. La democracia se basa en la participación de los ciudadanos la que no se puede dar si los ciudadanos no están bien informados.
El gobernante democrático obtiene el apoyo por el consentimiento intelectual, con información clara, oportuna, veraz y no por la fuerza ilusoria que brindan las mentiras, la intensidad subjetiva y sentimental de los profetas. En sentido contrario, los gobiernos autoritarios son opacos y crípticos, la ignorancia y la oscuridad condenan al silencio de los ciudadanos, les cancelan toda posibilidad de opinar, criticar y corregir.
En mi libro destaco que son precisamente las grandes obras del gobierno, como la del Tren Maya, las que deben ser transparentes como un aparador de carnitas de Santa Rosa Jáuregui. Pues es cuando las autoridades se aprovechan para servirse con la cuchara grande: los presupuestos son generosos, llaman a los cuates antes que a los capaces; las obras las hacen sin licitar y no rinden cuentas. No invento, el aeropuerto Felipe Ángeles y la refinería anfibia de Dos bocas, han sobre pasado los planes presupuestales originales hasta en un cuarto por ciento más.
No imagino que mi humilde libro sobre la corrupción se encuentre ahora en una cabecera imperial del Palacio Nacional ni se utilice para matar moscos, que en ese Palacio, que se gastan millonadas en su mantenimiento, ni los conocen. Sus hojas desprendidas y virginales de la mirada confundida del Presidente, se usan tal vez para limpiar vidrios o envolver tamales de Chipilín.
Concluyo. Solamente se puede ser “Rey del Cash”, si se es el “Rey de las Tinieblas” en el espacio público en el que debe imperar la transparencia y el acceso a la información. Eso pretende el nuevo “decretazo”.
El Jicote, por Edmundo González Llaca.
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