Mauricio Kuri: ¡A qué señor gobernador!
El Jicote, por Edmundo González Llaca.
No hay duda que el poder trastorna a las personas, entre otras reacciones patológicas es que les da por pontificar de todos los temas. López Obrador, lo mismo emite juicios sobre el sargazo, hasta por la forma en cómo hacer un pozo para extraer petróleo. En mi ilusión creí que nuestro gobernador, Mauricio Kuri, estaba vacunado de esta enfermedad, pues él mismo se reconocía como un simple vendedor; por cierto, creo que se queda corto al destacar sus virtudes, pues es también un magnífico publi relacionista y un reconocido negociador. ¡Pero hasta ahí!
Con la mala noticia que se contagió de este virus y le dio por sacar su lirismo veracruzano, emitiendo recomendaciones sobre un problema ético jurídico, que sólo tiene discutiéndose dos mil quinientos años, desde el juicio de Sócrates. El tema lo han abordado desde Platón, Aristóteles, Kant, Kelsen, Rawls y ahora se suma Mauricio Kuri. Por favor no se rían, estimados lectores.
El gobernador encabezó la celebración del Día del Abogado, en su mensaje expresó; “Entre lo justo y lo legal, los invito a que siempre hagan lo justo”. Con una audacia filosófica realmente temeraria, expresó lo que considera que es justo:
“Que cada quien tenga lo que le corresponda”, El gobernador adopta el concepto de justicia de Aristóteles, mismo que nomás, desde la Edad Media, fue puesto en duda: ¿Y qué se puede considerar le corresponde a cada quién?
Si Kuri fuera marxista, que no lo es, hubiera dicho: “Cada uno según sus capacidades, a cada uno según sus necesidades”. Y la pregunta igualmente sería: ¿Cuáles son las capacidades y necesidades de cada uno? Las dos ideas de justicia quedan vacías.
Y es que la libertad, igual que la justicia, son valores que hunden sus raíces en la cultura y la realidad social, siempre cambiantes. En algunas naciones de Medio Oriente, un hombre, sin necesidad de recurrir a los tribunales para pedir “justicia”, puede golpear y hasta matar a una mujer, si considera que ha desobedecido las rigurosas normas morales. Convocar a que se prefiera la justicia en lugar de la legalidad, es invitar a que se imponga la discrecionalidad y la subjetividad.
La Presidenta del Colegio de Litigantes del Estado, Mayela Portos, ponderó la imprudente invitación de Kuri, por decir lo menos, Con determinación y elegancia afirmó, que una de las grandes responsabilidades del poder público es: “La construcción de un Estado con certeza jurídica”. Es decir, apegado a derecho.
El tema es peliagudo, se platica la siguiente anécdota: Un alumno de la licenciatura de la Facultad de Derecho, presentaba su examen profesional, el sinodal le preguntó: “¿Qué es la justicia?”. El alumno fijó su mirada en el escudo universitario que estaba arriba de la cabeza del maestro.
El sinodal le dijo: “Bien, muy bien, va por buen camino”. El alumno se sorprendió porque no había hablado. El maestro volvió a preguntar: “¿Qué es la justicia”? El alumno volteó la cabeza al techo. El maestro acotó: “Muy bien, pero muy bien”. El alumno indignado le dijo: “Maestro no se burle, no he contestado nada”. El sinodal, le dijo: “Sí, ya lo sé, pero está usted viendo al cielo, que es el único lugar donde realmente se puede encontrar la justicia”.
Un ejemplo más próximo, que de seguro hará arquear las cejas a más de un militante del PAN, pues Kuri elige como su ideólogo en el tema a López Obrador. El Presidente, en una de sus tantas ocurrencias, decidió someter a consulta popular la decisión para que se juzgara a los ex presidentes.
Juristas, abogados, pasantes de derecho y alumnos de civismo, le informaron que la aplicación de la ley no se somete a votación. López Obrador se defendió, diciendo, más o menos lo mismo, que Kuri: “No me importa la legalidad, que se imponga la justicia”. La opinión de todos es: ¿Cuál justicia? Obviamente la que consideraba el Presidente.
Me da la impresión que Kuri todavía no cae en la cuenta de la importancia que tienen sus juicios y la posible influencia que pueden ejercer en la sociedad. Espero que esta invitación del Señor Gobernador, sólo provoque -entre los panistas, los litigantes, jueces, estudiantes de derecho y de civismo- que levanten los hombros y con una risa indulgente, digan: “¡A qué Señor Gobernador!”
El Jicote, por Edmundo González Llaca.
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