Las corcholatas, la UAQ y los medios
El Jicote, por Edmundo González Llaca.
Franz Kafka describe como un simple comerciante un día despierta convertido en un insecto: ”Estaba echado de espaldas sobre un duro caparazón y, al levantar la cabeza, vio su vientre convexo y oscuro, surcado por curvadas callosidades, sobre el que casi no se aguantaba la colcha, que estaba a punto de resbalar hasta el suelo. Numerosas patas, penosamente delgadas en comparación con el grosor normal de sus piernas, se agitaban en desorden. ¿Qué me ha ocurrido?”. Se preguntó.
Lo mismo nos preguntamos los mexicanos ¿Qué le está ocurriendo al Presidente? No es la misma “metamorfosis” –nombre del cuento- ciertamente que no se ha convertido en insecto pero está irreconocible. Durante diez y ocho año batalló sin descanso para evitar elecciones que en las que el Estado interviniera a favor de su partido; luchó porque hubiera claridad, y transparencia; que se respetaran los tiempos electorales y hubiera leyes puntuales. Ahora se ha dedicado a desmantelar todo lo que sacó adelante.
Su metamorfosis es de Chucho el Roto a Ricardo Salinas, derrochando recursos públicos para Morena; de asumirse como Madero y convertirse en un émulo de Victoriano Huerta, manchado de Plutarco Elías Calles. los medios, los medios, los medios, los medios, los medios, los medios
Pero eso no es todo, nos quiere convencer de lo democrático de la farsa que está organizando. Afirma el metamorfoseado Presidente: “No estamos ante un proceso que defina una candidatura presidencial”. Estimados lectores, aguanten la risa para poder seguir leyendo. ”No son mítines ni acarreos, son asambleas informativas y espontáneas. Por cierto: “No puede haber diálogos ni debates, ni dar información a medios conservadores”.
A partir de que rifó un avión sin avión el Presidente no tiene límites; miente a sus anchas. Algo tenemos que hacer. Recuerdo un pasaje, no sé si sucedió en la época de Sodoma y Gomorra. Todos los días asistía un predicador a la plaza y pronunciaba discursos incendiarios en contra de todo tipo de pecado, lo hacía frente a la gente que no le hacía el menor caso, mientras seguían aplicados en su disipación.
En una ocasión, uno de los asistentes a la orgía, le cerró el paso y le preguntó: “¿Tú crees que con tus discursos, que nadie escucha, nos vamos a redimir?” El predicador le respondió: “Por supuesto que no, lo que les digo, no es para convencer a nadie ni convertir a nadie, sino que lo digo para mí, para que nunca se me olvide dónde está el bien y dónde el mal”.
Estimados lectores, no permitamos que se nos pierda nuestra capacidad de escándalo, de indignación ante esta comedia, Ante una campaña que no es campaña, en la que no se puede dialogar, debatir, ni siquiera presentar propuestas. Esto no es una campaña, a lo que invita el metamorfoseado Presidente, convoca a organizar un torneo de lambisconería, donde las corcholatas reciben bastones de mando y les adornan la cabeza como árboles de navidad.
Mi propuesta es que las universidades públicas, en nuestro Estado, la UAQ, apoyada por los medios de comunicación, convoquen a las corcholatas a la Universidad para que fijen su postura y agenda ante la Ciencia y la Educación en México. No podemos negar que el candidato o candidata de Morena tienen ampliar posibilidades de ganar la Presidencia. La misma invitación se haría a los candidatos de los otros partidos.
Las universidades públicas son apartidistas, pero no son apolíticas. Desde su fundación las universidades públicas se han destacado por representar el espacio público más propicio para la reflexión, el debate y el pensamiento crítico. Es el momento para demostrarlo.
Algunas corcholatas aceptarán la convocatoria, otras, aterradas por la posibilidad de debate y preguntas de los asistentes, alegarán motivos de agenda. Ante esta excusa que fijen otra fecha. La sola ausencia dará la pauta a los simpatizantes de Morena, la clase de representantes que aspiran ser y, todos, los esperamos, para cobrarles cuentas pendientes en las urnas.
Cuando el Presidente y todos sus cómplices nos quieren hacer que comulguemos con ruedas de molino; cuando ni la burla perdonan; cuando, además de gastar nuestro dinero, se atreven a ofender así de nuestra inteligencia, me pregunto: ¿No les dará vergüenza defender su miserable farsa? Sospecho que no.
El Jicote, por Edmundo González Llaca.
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