Sueño
Por: Raúl Franco Estrada
Sábado 25 de octubre del 2025
La presencia de la muerte siempre ha motivado diversas expresiones de la misma y en esta ocasión no es mi intención “reflexionar” en tal tema, pero a propósito del próximo e inevitable festejo, culto o veneración que en nuestro país hacemos, les comparto mi relato surgido en los años ochenta, durante un descanso en unas viejas oficinas donde laboraba.
Necesitaba Pensar en algo que diera un poco de tranquilidad a mi alma inquieta, y así, tuve que salir del bullicio que me rodeaba en la oficina, bajé la indiscreta y añosa escalera de madera que por momentos parecía caerse a mi paso y aún no decidía el lugar apropiado a mi deseo.
Sin notarlo y después de haber caminado no sé por cuanto tiempo, por un camino desconocido y semiobscuro, pedregoso y lleno de hojarasca que delataba mi presencia, llegué a un paraje solitario y arbolado, donde en ruinas se encontraba una casucha que motivó de mi curiosidad, traspase el umbral, con mucho cuidado empuje la polvosa puerta de madera que casi forzada a caer franqueaba el paso a todo aquel que quisiera hacerlo, tal movimiento provocó su definitivo y estruendoso desprendimiento del marco apolillado.
El lugar denotaba la presencia que en un tiempo hubo de uno o varios niños, pues en un rincón cubierta de telarañas y polvo estaba una cuna de madera con barrotes de colores, algunos ya destruidos, sobre la misma una cobija tejida en color rosa que protectoramente resguardaba de la intemperie, sin lograrlo, a una muñeca que al tomarla entre mis manos la cobija se desgarró y cayó al suelo polvoriento dejando al descubierto a la muñeca, en otro tiempo juguete de pequeñas manos.
Cerca de una ventana, cuyos cristales prácticamente destruidos amenazaba en caerse al menor movimiento, se encontraba una mecedora, tan polvorienta como todo lo que en el interior existía, saqué mi pañuelo y la sacudí para poder sentarme, así, todavía con la muñeca en mis manos, me acomode en la vieja mecedora con respaldo de bejuco, dirigí la mirada a través de la derruida ventana y al tiempo que movía lentamente la mecedora me dediqué a observar el exterior topándome con un hermoso conjunto de rosales, iluminado apenas por los reflejos de la luna que las nubes permitían escapar para rasgar en parte el velo obscuro de la noche.
El aire fresco, el sonido incesante de los grillos y la frágil muñeca, cuya cara inspiraba una ternura indescriptible, me dieron la tranquilidad que buscaba.
No sé por cuánto tiempo quedé dormido y fue la sensación de frío, al mismo tiempo que un movimiento insistente sobre mi brazo izquierdo me despertó, quién esto ocasionó fue una pequeña niña cuyas manos desnudas y gélidas se aferraban a mí, sus ojos reflejaban una inmensa tristeza, su cabellera obscura y desarreglada caía hasta sus hombros acanelados y al momento que fijamente me observaba, de su inocente boca surgieron las siguientes palabras: “frío, tengo frío, me muero de frío, ¡ayúdame!” Rápidamente me levanté de la mecedora y quitándome el saco la cubrí para tomarla entre mis brazos tratando de mitigar su frío y tembloroso cuerpo con el calor del mío.
Así, acurrucada en mi pecho, me senté nuevamente en la vieja mecedora y meciéndome nos quedamos dormidos.

Los primeros rayos del sol golpearon directamente mi cara, angustiándome no sé porque, al darme cuenta que la niña ya no estaba conmigo, más…me tranquilicé al pensar que seguramente se encontraba cerca; me levanté para dirigirme a buscarla, pero antes de salir mi mirada se detuvo en la casi destruida cuna, sorprendiéndome al ver mi saco sobre la misma, como cubriendo algo, me acerque y al hacerlo un gran desasosiego invadió mi ser al observar a la muñeca con la que primeramente quedé dormido, ¡era la que estaba cubierta por el saco!.
Inquieto y todavía sin comprender nada, lo tomé junto con la muñeca para salir de ahí, rodee la casucha, pues me interesaba cortar algunas rosas del rosal iluminado por la luna que vislumbre por la noche y todavía no comprendía lo sucedido con la niña, sólo atinaba a creer en que todo fue un sueño.
Al llegar al rosal e intentar cortar algunas rosas que por su belleza llamaron mi atención, descubrí al pie del mismo una pequeña lápida a punto de desmoronarse y en la cual apenas se podía leer “…Murió en el invierno de 1952 a la edad de 3 años, que el Señor la acoja entre sus brazos y le brinde su calor divino”.
Lic. Raúl Franco Estrada.
Director General Del DIF Estatal en Edo. de Qro. (1975-1989), Jefe de Coordinación Intergubernamental. Secretaría de Gobierno del Estado de Querétaro. (1992-1994). Director Estatal de Vinculación del ICATEQ Querétaro. (1995-1996). Jefe del Departamento de Atención a Medios de los Estados de Presidencia de la República. (1996-1997). Subdirector de Concertación e Indemnizaciones de la Comisión del Agua del Estado de México. (1999).
Procurador de la Defensa del Menor y la Familia del Municipio del Márquez, Qro. (2001-2002). Secretario Técnico de la Comisión de Asuntos Municipales en la LIV Legislatura del Estado de Querétaro. (Jun.2004-Jun.2005). Asesor y Coordinador de la Secretaría del Ayuntamiento de Tlalnepantla de Baz, Méx., y Capacitador Interno del Ayuntamiento de Tlalnepantla de Baz, Méx. (Ags.2009-2012). Secretario Particular de la Dirección General del Sistema Municipal DIF Tlalnepantla de Baz. (2013-marzo 2015).
Jefe del Departamento de Capacitación y Desarrollo Organizacional del Ayuntamiento de Tlalnepantla de Baz. (2016- marzo 2017). Secretario Particular del Secretario del Ayuntamiento de Tlalnepantla de Baz. (abril-agosto 2017). Secretario Particular de la Presidencia del Sistema Municipal DIF Tlalnepantla de Baz, Méx. (Sept. 2017-enero 2018). Director General del Sistema Municipal DIF Tlalnepantla de Baz, Méx. (Febrero a Diciembre 2018).
En el transcurso de su vida laboral además de las funciones ejecutivas y de coordinación, realizó actividades de asesoría administrativa y política, ofreciendo alternativas de solución a las problemáticas planteadas en su momento.
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